Ya podéis matarme, agh, siento haber tardado en publicar este capítulo, pero los exámenes de historia me roban todo el tiempo del que dispongo :'(
Bueno, creo que este capítulo va a causar una irritación en algún lector, o adoración en otros ;) Así que bueno, no hablo más, os dejo con el capítulo.
Att. Patricia.
(L)
***
Tanto Kian, como Lyan y Natalia se habían quedado pasmados ante la actitud
de Shena. Se preguntaban constantemente qué le habría ocurrido.
Estaban preocupados, sobre todo Kian, puesto que todavía el Linch podía estar
interesado en ella, aún no habían descubierto por qué él la perseguía, lo había
estado atrasando porque sabía que para ella, era prioritario ganar ese torneo.
Pensaba que ella no debería haberse ido así tan de repente, que podría estar en
peligro, o incluso muerta.
Ya había pasado un día y en apenas veinticuatro horas la volverían a ver. Si
no la habían capturado o asesinado.
Kian odiaba esa continua tensión de no saber qué ocurría. Deseaba haber
subido él ha averiguar qué había ocurrido, puesto que Lyan no logró averiguar
nada. Al menos se había llevado a Azkar con ella. Parecía un animal bastante intuitivo.
Seguía practicando con Natalia. Enseñándole a lanzar cuchillos y a mejorar
su tiro con el arco. Poco a poco mejoraba, pero muy lentamente. Kian sabía que
él no estaba hecho para enseñar, no tenía la paciencia necesaria. Apenas pudo
ayudar en condiciones a Shena cuando trató de estimularla para que abriera su
mente y descubriera sus elementos. Y Natalia se ponía nerviosa cuando no lo
lograba, por eso cada dos por tres Lyan debía intervenir para evitar una pelea
entre ellos.
Kian suspiró mirando al techo. Estaba tumbado en su cama, pensando en todo
lo ocurrido y lo que ocurrirá. Reflexionaba sobre dónde podría estar Shena. En
Phyro lo dudaba mucho. Ella no querría estar donde hubiese mucha gente. Así que
el único otro lugar en el que podría estar sería en el bosque. Donde sería prácticamente
imposible encontrarla.
***
El Hada de la Noche
caminaba por el bosque, llevando a su lado a Faster, en cuya silla de montar
iba sentado Azkar, jugueteando con un hilo suelto de una de las alforjas.
Acariciaba distraída las crines del unicornio, que parecía contento. La verdad
es que hacía mucho que no salía a cabalgar con él.
La noche anterior se había precipitado demasiado. Pero era necesario, cuanto
antes mejor. Pasó la noche al raso, con Azkar acurrucado a su lado y
proporcionándole calor. Recordó que apenas hacía dos meses estaba sola. Dormía
y obtenía sustento de su alrededor, yendo muy de vez en cuando a los pueblos.
Shena vigilaba concienzudamente a su alrededor. Se habían instalado en un
pequeño claro del bosque, apenas visible de lejos. Pero no dejaba de ser
peligroso.
Sobre todo cuando recordó que el Linch podría estar aún cerca. Azkar trataba
de relajarla, alegando que él podría protegerla como hizo la última vez. Pero
eso no hacía más que preocuparla aún más, puesto que la última vez él salió muy
mal herido. Quién sabe si la próxima vez podría morir. Ni siquiera su guardián
es inmortal.
Tratando de alejar esos tétricos pensamientos alargó la mano hacia el
felino, que le dio un húmedo lametón en la palma de la mano y provocó que ella
sonriera ante el gesto.
Le había cogido cariño a ese animal. Alejaba la soledad que había sentido
desde siempre. Él era parte de ella.
Azkar la miró con unos brillantes ojos, adivinando sus pensamientos.
-A partir de ahora siempre estaré contigo. No volverás a estar sola.
Ahí Shena no pudo evitarlo. Se acercó a él y lo cogió en sus brazos,
mientras el felino ronroneaba agradablemente.
Ella sabía que ya era hora de dejar de esconderse. Cada día se hacía más
poderosa y más valiente. Pronto llegaría el día en que se enfrentaría a su
pasado.
***
Kian no podía seguir tumbado en la cama. Apenas había conciliado el sueño en
toda la noche. Y el cielo comenzaba a clarear según podía observar por la
ventana.
Se levantó dispuesto a hacer lo que llevaba pensando toda la noche. Era
ahora o nunca.
***
La luz del sol acabó por bañarla, proporcionándole un agradable calor y
alejando las sombras, pero ni siquiera eso llegó a despertarla.
Sin embargo, cuando notó que algo rozaba su mejilla soltó un grito de
sorpresa y susto, nada propio de ella. Abrió los ojos sobresaltada y dispuesta
a defenderse, pero a quien vio allí le sorprendió más que el susto que se había
llevado.
-¿Kian? ¿Qué haces aquí? –preguntó, olvidándose por un momento de lo que se
había propuesto, y luego cubriendo su asombro con una máscara de indiferencia.
Kian le miró un rato sin decir ni una palabra. Aún no había quitado su cálida
mano de la suave mejilla de ella. Se miraron a los ojos un rato, hasta que ella
acabó por apartar su mirada.
-¿Qué te ocurre Shena? ¿Por qué actúas así? –pidió saber Kian, apartando su
mano para sentarse frente a ella, sin dejar de observarla.
-No me ocurre nada Kian. Siempre he sido una mujer solitaria, lo sabes. Y quiero
seguir siéndolo.–respondió mordazmente, dejando claro que no quería que él
estuviera ahí.
Un incómodo silencio volvió a reinar en el pequeño claro.
-De todos modos, ¿qué haces aquí? Dejé muy claro que tenía que irme.
-Sí, ya veo para qué tenías que irte. –gruñó él, mirando con una ceja
levantada a su alrededor.
Eso sobrepasó la calma de Shena. Se levantó temblando de ira.
-¡Tú no sabes nada! ¡No tienes derecho a…! –comenzó a gritarle. Pero él se
levantó y la abrazó con fuerza, sorprendiéndola.
-No, no se nada. Pero es porque tú no quieres decírmelo. Quiero ayudarte
Shena, protegerte. Déjame hacerlo.-susurró sin dejar de abrazarla con fuerza.
Las emociones bullían en ella y Azkar se despertó por ello. Bufó sorprendido
al encontrar esa estampa.
-Shena, ¿qué estás haciendo?-dijo
su felino amigo.
-No lo sé, no lo sé.-masculló ella en voz alta, tratando de retener las lágrimas
que amenazaban con caer por su rostro y delatarla.
-¿No sabes qué, Shena? –murmuró él, tratando de separarse un poco, para
observar su rostro.
Pero ella no se lo permitió, correspondió al abrazo, dejando atrás la
rigidez que tenía en su cuerpo, apoyando la cabeza en el pecho de él, ocultándole
el rostro.
Una traidora y solitaria lágrima se derramó de sus húmedos ojos, cayendo con
lentitud. Supo que Kian había notado algo.

De improvisto, Kian la separó con fuerza de él, dispuesto a descubrir con
todas sus fuerzas qué estaba pasando. Pero se quedó petrificado al verla
llorar. Olvidando por completo lo que iba a decirle.
Irritada por ser tan débil, se quitó de un manotazo la lágrima y le dio la
espalda a Kian. Le instó mentalmente al felino a que subiera a Faster, lo que él
hizo sin rechistar y luego montó con rapidez sobre el unicornio, sin mirar ni
una sola vez más a Kian.
-Nos veremos mañana al amanecer con los demás. No vuelvas a seguirme ni
buscarme, Kian.-gruñó ella tratando de no atragantarse con las palabras,
obligando a Faster a que iniciara un rápido galope, dejando atrás a Kian, a la
calidez que había sentido al ver que tenía un buen amigo ahí, pero triste
porque no podría corresponder esa amistad sin ponerlo en peligro. Maldecía la
vida que le había tocado. Apenas veía el camino por el que corría el unicornio
a causa de que las lágrimas que había estado reteniendo, fluían con libertad
por su rostro desde le había dado la espalda a él.
Azkar la miraba, sin tratar de decir nada.
Sentía el dolor de ella y no sabía cómo tratar de consolarla, puesto que
no había nada que pudiera decirle que alejara esa oscuridad que amenazaba con
ahogarla. Había logrado entrever en sus emociones que una parte de ella quería
quedarse con él, que él la protegiera. Y eso le había dejado descolocada. Así
pues, simplemente se quedó a su lado, apoyando su decisión y sabiendo que mañana
sería un día muy duro.