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24 feb 2012

Cazadora Capítulo 20

    Bueno, he de decir que me apenó escribir este capítulo. Espero que haya quedado bien, no lograba plasmar la idea que tenía de eso. 
Simplemente, os dejo ya con la lectura :D
Os adoro~

Shena se despertó sobresaltada y tan aturdida que tuvo que reprimir un grito de angustia. Apartó con furia las lágrimas que caían sin cesar por sus mejillas.

De nuevo, el día de la muerte de sus padres le perseguía en sus pesadillas.

Trató de levantarse y a punto estuvo de caerse al haber olvidado dónde se encontraba. Desde la altura, observó a su alrededor. El sol comenzaba a salir indicando que un nuevo día iba a comenzar. Ella, al no ver ningún depredador cerca, bajó con agilidad al suave suelo cubierto de hierba.

Se giró al oír un ruido, pero sólo era Aeris bajando de otro árbol en el que había pasado la noche.

Sin compartir más de dos o tres frases, reemprendieron su búsqueda por el bosque.

De vez en cuando, miraba con disimulo su pulsera. Desde el día anterior, nadie más había muerto.

La mordedura de la bestia le molestaba, así que aprovechó el breve descanso para cambiarse el vendaje de la herida. Mientras machacaba unas cuantas hojas sobre una piedra limpia del río, Shena reflexionó sobre las dos bestias. Llegó a la conclusión de que debían ser una pareja. El de pelaje verde debía ser el macho, a juzgar por su tamaño y la hembra de pelaje pardo, la más pequeña. Recordó también que tenían los ojos del color del pelaje del otro, lo que le pareció curioso.

Aplicándose la verdosa mezcla sobre la herida que casi se había curado, le comentó a Aeris lo que había pensado y él estuvo de acuerdo.
-Puede ser un buen dato si nos deciden atacar de nuevo.-comentó mirando la herida del brazo de Shena pero sin preguntarle nada.

-La hembra, tras matar a tu primo se abalanzó sobre mí pero logré escapar.

Él no dijo nada más, así que ella tras terminar de cubrirse el brazo siguió su camino.

***

En cambio, Kian despertó poco a poco, con tranquilidad. Tenía muchísima calor, pero no podría moverse y salir de allí sin despertar a Natalia, que estaba profundamente dormida abrazada a él.

Observó su rostro. Mostraba una inmensa paz. Kian sonrió al contemplarla así. Ella también sonrió en sueños y se movió arrimándose más a él.

Kian se relajó y decidió dejar que ella durmiera algo más, ya que probablemente no tendrían más tiempo para descansar más a delante.

Pasado un buen rato, decidió despertarla puesto que hacía tiempo que había amanecido.

Acarició con el dorso de su mano la suave mejilla de ella.
-Lía, despierta.-susurró.

Ella abrió poco a poco los ojos, dejando que Kian viera sus azules ojos. Ella amplió su sonrisa al verlo y se estiró levemente.

-Buenos días.-susurró ella acurrucándose a su lado.

-Tenemos que irnos Natalia.-comentó después de unos minutos en silencio. Así que ambos salieron de la madriguera, enfrentándose al exterior.

-Quedan tres vivos, lo conseguiremos.-dijo sonriendo Kian tras mirar la pulsera.

-No quiero que muera nadie de nuestro equipo.-musitó ella, observando también la pulsera.

-Son duros de pelar, confía en ellos.

Ella asintió sin mucha convicción.

***

Habían estado dando vueltas un buen rato y seguían sin encontrar nada ni a nadie. Aeris caminaba a su lado en silencio. Shena y él estaban en continua tensión. Si se encontraban a alguien, uno de los dos moriría.

La hada de la Noche se preguntaba cómo estaría Lyan. Ella le había enseñado lo básico para poder sobrevivir sin magia, pero llevar todo a la práctica le sería más complicado.

Por Kian y Natalia ni se preocupaba, puesto que los dos sabían perfectamente cómo cuidarse.

Shena tropezó bruscamente con una raíz y susurró un juramento al perder el equilibrio mientras esperaba la caída. Pero ésta, no llegó.
Aeris le agarró con rapidez de la cintura y evitó que se precipitara contra el suelo atrayéndola hacia él.

Ella suspiró con alivio y levantó la cabeza para mirarlo a los ojos. El duende a su vez clavó su intensa mirada verde y marrón en la de ella, aún sin soltarla.

-Gracias.-murmuró ella sin dejar de observarlo.

Él se separó lentamente de ella, como una suave caricia y echó a andar dejándola atrás.

Shena volvió a suspirar desconcertada por la reacción del duende y lo siguió, pero dejó un margen de un metro entre ellos.

Luego ella se paró de golpe. Había oído voces. Echó a correr dejando atrás a Aeris. Ella creyó reconocer una de las voces. Lyan.

-¡Lárgate! No quiero luchar contigo.-gritó Lyan.

Ella aceleró aún más, temiéndose lo que iba a ocurrir.

-¡Shena detente!-masculló Aeris bastante lejos de ella, pero no le hizo caso.

A lo lejos logró ver a Lyan y cómo una mujer se abalanzaba sobre él.

Shena gritó para distraer a la mujer, pero no logró evitar que la espada se enterrara en el estómago de él.
 Lyan sostuvo un grito de dolor y se llevó las manos a la herida, que sangraba muchísimo.

La duende soltó una cruel carcajada mientras observó cómo él se retorcía de dolor a sus pies. Y ahí fue cuando Shena atacó.
Una ancestral fuerza y furia brotó del interior de Shena la cual, silenciosa y rápida como un rayo, arrojó su lanza que se calvó de un certero golpe en el pecho de la asesina.
Su risa se cortó con el golpe. Un extraño sonido salió de su garganta y cayó al suelo.

Pero la hada no le dirigió una segunda mirada a la mujer. Corrió los pocos metros que le quedaba n y calvó sus rodillas en el suelo junto a Lyan. Trató de curarlo o hacer algo, pero él no se lo permitió. Le agarró con fuerza de la mano e hizo que Shena lo mirase a los ojos. Unos pardos ojos que reflejaban un profundo sufrimiento pero también una gran determinación.

-Me toca a mí Shena. No puedes hacer nada.-susurró y tosió algo de sangre que se derramó por su barbilla.

Lágrimas caían sobre el rostro de Lyan procedentes de una impotente Shena que miraba con angustia cómo su amigo moría poco a poco.

-Que tus sueños se hagan realidad, amiga mía.-murmuró él con dificultad.

Shena en voz baja, le deseó lo mejor y Lyan soltó un último suspiro y un gemido de dolor.

Ella sollozó en silencio a la vez que le cerraba los ojos a Lyan. Luego se levantó y vio cómo Aeris llegaba sin aire de correr y paraba para mirar la situación. Con rapidez, Shena se estiró y recogió la espada con la que habían matado a su amigo y, aún con lágrimas que se derramaban por sus mejillas, encaró a Aeris.

Él desenvainó su espada mirándola fijamente.

-¿Vas a matarme?-preguntó él, sorprendiendo a Shena.

-¿Me atacarás tú?

Él se quedó mirándola un tiempo hasta que bajó lentamente la espada.

-No.

La hada de la Noche, aún desconfiada, bajó levemente su espada también.

-Ella mató a mi amigo, a Lyan. Tuve que vengarlo.-se defendió ella con un murmullo, aún llorando. Heladas lágrimas descendían por sus mejillas.

-Lo sé, lo vi desde lejos.- respondió él guardando la espada y acercándose a ella.

Shena no pasó por alto que con eso, él había quedado desprotegido y que sería increíblemente fácil matarlo. Pero en cambio, se dejó rodear por los brazos de Aeris, soltó la espada que estaba manchada con la sangre de su amigo que cayó con un gran estrépito, y lo abrazó dejando por fin salir el dolor por la muerte de Lyan.

-No podías hacer nada Shena, no te culpes.- murmuró él tratando de callar los silenciosos sollozos de ella.

-Él no debería haber muerto. Nadie tendría que morir por un estúpido torneo.-susurró ella, limpiándose las lágrimas y apartándose levemente de él.

-Todos sabíamos a lo que nos enfrentábamos al participar en el torneo Shena. Debe haber un grupo ganador.

-Pero esto es realmente horrible.

Aeris no tuvo respuesta para eso. Le limpió las últimas lágrimas que habían caído y la agarró del codo que no tenía herido.

-Vayámonos. Los del torneo vendrán a por los cuerpos y será peor si nos quedamos más.

Shena asintió y se dejó guiar por él. ¿Quién sería el siguiente? ¿Kian? ¿Natalia? ¿O quizás ella misma?

***
  • Leane                    - Shena
  • Caeli                      - Kian
  • Aeris                      - Lyan 
  • Freya                     - Natalia
  • Ekarian

19 feb 2012

Cazadora Capítulo 19

A pesar de la larga búsqueda de objetos, armas y comida, Kian y Natalia no habían encontrado apenas comida y tan sólo un simple cuchillo.
 Se consolaban con que al menos tenían un arma.

Comenzaba a anochecer, por lo que buscaron un lugar en el que poder dormir tranquilos y sin peligro a los depredadores.

Encontraron un pequeño hueco en las raíces de uno de los árboles. Kian se agachó y excavó un poco hasta que dejó al descubierto una amplia madriguera. Al final de la cual un conejo los miraba aterrado.
Pero en el último momento lo dejaron marchar, porque si lo mataban, el olor a sangre podría atraer a aquella horrible bestia o algo peor. Además, el agujero bajo tierra era lo suficientemente grande para que ambos pudieran tumbarse a pasar la noche.

Al salir la luna, el calor fue sustituido por un frío que calaba hasta los huesos. Protegidos del helado aire bajo tierra, ambos se acurrucaron cerca para conservar el calor, pero el frío seguía y Natalia comenzaba a tiritar.

Kian no tenía frío gracias a que su elemento era el fuego, pero le preocupaba Natalia. Ella no debería morir a causa del frío.
Puso un brazo a su alrededor y la acercó a él. Poco a poco, el frío se fue del cuerpo de ella, dejando tras de sí un gran cansancio.

***

Por otro lado, Shena sentía el frío, pero el aire no llegaba si quiera a rozarle. Daba gracias a ello, porque si no, probablemente estaría muerta en poco tiempo.

Según su pulsera, otra persona había muerto. De nuevo, del equipo contrario.
- Leane                                 - Shena
- Caeli                                  - Kian
- Aeris                                 - Lyan 
- Freya                                - Natalia
- Ekarian         

Shena había decidido cazar alguno de los abundantes pájaros a su alrededor, pero antes debería encontrar alguna cueva o caverna, en la que cocinar la carne. No se atrevía a encender un fuego y que la pudieran detectar.

Estuvo caminando un buen rato, nunca alejándose de la única fuente de agua que tenía disponible, el río.
Y sin esperárselo, encontró una fogata.

La vislumbró desde lejos, la llama anaranjada destacaba en la penumbra. Conforme se acercaba, le llegó el olor de carne asada. Con la boca hecha agua, Shena se acercó algo más. Temía acercarse y encontrar a los tres que aún quedaban del bando contrario.

Se ocultó en las sombras y vio con aturdimiento a un desgarbado duende rubio que asaba un apetecible trozo de carne.
Subió silenciosa a una rama alta y observó cómo comía. Nunca soltó la plateada espada que él tenía en su mano derecha. Y bien que hacía. Aunque tampoco quería matarlo así sin más.

Shena estaba atenta, no les convenía que apareciera una bestia como la que atacó al otro hombre en el río y luego la persiguió. 
Casi a la vez que Shena lo recordaba, se dio cuenta de que las hojas de un arbusto a unos pocos metros de donde el duende comía, se movían levemente. Luego pudo apreciar el brillo de unos ojos rojos que fijaron un objetivo: el hombre que iluso, seguía comiendo.

A su pesar, Shena decidió intervenir. No permitiría otra muerte a manos de esa bestia. Le dio un grito de advertencia al duende justo cuando el animal salió de los arbustos e iba a saltar sobre él, a la vez que lanzó su arma.

La lanza causó una buena herida en el costado de la gran bestia de pelaje verde, antes de clavarse de en el suelo, evitando apenas herirle la pata también.

Desconcertada, la enorme bestia rugió y desapareció entre las sombras, soltando un lastimero quejido al rozarse contra las hojas.

Shena observó inmóvil cómo el duende se levantó algo aturdido y desclavó la lanza del suelo para luego quedarse quieto mirándola. Parecía debatirse entre matarla o no.
 Ella bajó de un salto de la rama, quedándose de pie frente a él. Levantó la barbilla, desafiante. Lucharía con él a pesar de no tener arma si él la atacaba.

Pareció notarlo, pero él simplemente le tendió la lanza a Shena, sonriéndole. Algo desconfiada, la cogió.

-Gracias, me has salvado la vida. Aunque no logro entender por qué.-Comenzó a decir el duende de ojos verdes, pero cambió de tema.-  Sabía que eras diferente, que escondías algo. Eres un hada de la Noche, ¿cierto?

Sorprendida, Shena recordó que ya no estaba protegida con su ilusión.

-Sí.

-Bueno, ahora lo importante. ¿Por qué no me lanzaste simplemente a mí tú arma? O, ¿por qué no dejaste que la bestia me matara?

Ella se mantuvo en silencio un rato y luego le contestó.

-No quería ver cómo una de esas bestias mataba de nuevo a otro participante.

Eso mantuvo mudo al duende por un poco rato, estaba inquieto.

-¿Así murió Ekarian?

-Sí, no fue muy agradable. A orillas del río, mientras él bebía, se abalanzó sobre él esa bestia o bueno, una un poco más pequeña y de pelaje marrón. Traté de advertirle, pero no me hizo caso, es más, se giró a atacarme. Perdió con ello la única oportunidad de defenderse.-finalizó con un suspiro. Se saltó la parte en la cual huía del animal, no era necesario supiera todo.

-Menudo idiota, estúpido.- gruñó el duende que había frente a ella.- Era mi primo, ¿sabes?-dijo con amargura.

- ¿Y tú eres…? - le preguntó ella tratando de distraerlo del tema de la muerte de su amigo.

-Aeris. Shena, debes saber que yo no tengo intención de matarte, no después de que me salvaras. Pero la cuestión es: ¿me matarás tú a mí?

El ambiente se puso tenso tras esas palabras. Shena lo fulminó con la mirada.
-¿En serio crees que te he salvado para ahora matarte? –masculló ella, mirándolo amenazante.

-No, pero necesitaba asegurarme.-susurró él, sonriéndole.

Shena puso los ojos en blanco, se dio la vuelta y caminó hacia la fogata. Dejó que el cuerpo se le calentara un poco y luego, con rapidez, se agachó y cogió uno de los palos en el cual había pinchado un trozo de carne ya bien cocinado. Le dio un buen bocado mientras Aeris lo miraba divertido.

Tras acabárselo Shena se alejó.
-En seguida vuelvo.-comentó mientras desaparecía entre las sombras sin darle tiempo a que él contestara.

Apareció unos minutos después con dos pájaros que había derribado de unas ramas con la lanza.

-Eres una buena cazadora, Shena. Me costó horas lograr matar al que casi te has comido tú sola.-dijo riendo conforme cogía la carne que ella iba desplumando y la ponía al fuego.

Comieron hasta hartarse y enterraron los desperdicios para no atraer a los animales. Apagaron la fogata y escalaron a unos grandes árboles con anchas ramas para evitar una posible caída durante la noche.

Sentada sobre su rama, oculta en la oscuridad, Shena observó a Aeris.
Ella no deseaba una alianza. Sobre todo porque después debería matarlo.
Suspiró.
Ambos lo sabían, pero no se enfrentarían hasta el final. Tampoco deseaba cogerle cariño, puesto que todo sería más difícil y doloroso. Pero el duende era bastante interesante y divertido.

Algo intranquila pensando en ello, se deslizó poco a poco en la inconsciencia de sus sueños.

14 feb 2012

Cazadora Capítulo 18


Nuevo cambio de look del blog :) ¿Les gusta? El rojo ya me apetecía cambiarlo ;) Os dejo ahora este capítulo con muucha acción como recompensa por la tardanza. He estado mala con fiebre en cama desde el jueves. Y ya estoy mejor, por lo que he podido publicar este capítulo. Si me vieran en mi cama imaginándome lo que escribiría. Parecía que deliraba jaja :D ¡Un beso!

Cuando sintió de nuevo suelo a sus pies, Kian abrió los ojos. La penumbra a su alrededor le hizo forzar un poco la vista. Se encontraba en un frondoso bosque de grandes y viejos árboles. Éste campo de juego le encantará  a Shena, él sonrió al pensarlo, para ella no podía ser mejor.

Cuando oyó el extraño sonido que supuso, debía ser la campana, comenzó a avanzar a través de los árboles.

Al poco tiempo, no muy lejos de él, escuchó un inquietante grito femenino. Después, rápidos pasos que se acercaban hacia donde él estaba. Indefenso sin ninguna arma e imposible el usar magia, optó por escalar uno de los árboles.

-¡Joder! ¡Joder! –oyó con claridad la voz que reconocería en cualquier lado, lanzando maldiciones con puro miedo.

Sorprendido observó cómo Natalia se acercaba corriendo a gran velocidad. Justo cuando pasaba por debajo de él, le agarró por los brazos, sobresaltándola.

La subió en la rama, tapándole la boca para que no gritase, cosa que no hizo falta, puesto que la sorpresa de verlo la dejó muda. Natalia echó una mirada hacia dónde ella había venido, lo que hizo que Kian mirara hacia allí.
De un gran salto, un extraño animal salió de los arbustos. Su verde pelaje se camuflaba perfectamente con su entorno. Sus cuatro oscuras patas terminaban en unas grandes y afiladas garras y unos largos colmillos sobresalían de su hocico. Tan sólo sus ojos rojos carmesí destacaban y desentonaban, dándole un aspecto feroz.

Kian se paralizó cuando el animal de más de dos metros, fijó sus ojos en él. Pero en lugar de atacarles, los miró durante un rato. Una de sus orejas se orientó hacia su derecha, captando otro sonido, y finalmente, tras un amenazante gruñido, desapareció entre otros arbustos.

Pasado el peligro, Natalia abrazó a Kian, estaba tiritando tras esa traumatizante experiencia. La rodeó con sus brazos, tratando de tranquilizarla.

-¿Qué te ha ocurrido? –le preguntó con suavidad.

-Yo, yo…-se detuvo, respiró hondo y continuó.-Cuando sonó la campana, comencé a explorar un poco, hasta que vi un arco a lo lejos, así que decidí ir a por él. Pero apenas a unos metros, pisé algo, que resultó ser la pata de esa bestia, que había estado durmiendo. Cuando me gruñó y lo vi…bueno, creo que me oíste gritar. Salí de allí corriendo y al rato me cogiste.

Acariciándole el sedoso pelo logró tranquilizarla y que se le fuera el miedo del cuerpo.

-Una buena ventaja le habías sacado. En velocidad ni siquiera esa bestia podía ganarte.-le comentó dándole un suave codazo.

Ella se separó de él con una sonrisa.

-Y ahora, ¿qué haremos?
***

Shena llevaba un par de horas caminando y la sed comenzaba a atormentarla.
De vez en  cuando miraba la pulsera, pero hasta ahora nadie había muerto. 
Otra hora pasó sin éxito, ella seguía sin encontrar agua.

Hambrienta y deshidratada decidió primero encontrar, o cazar, algo para comer.

Paró de caminar. Su cuerpo le pedía descansar, pero antes tenía que llevarse algo a la boca, su estómago rugía.

Primero decidió observar en el suelo, la zona cercana a los troncos y raíces. Encontró una de las plantas curativas de las que Lyan le habló y decidió guardar unas cuantas hojas en los bolsillos de su cinturón.
También descubrió dos tipos de setas y justo antes de cogerlas ambas, distinguió que una de ellas era venenosa. Recolectó las comestibles que pudo juntar y no fueron demasiadas, media docena.

Shena recordó que estas setas tan sólo crecían cerca de alguna fuente de agua, así que, mordisqueando su comida, volvió a su búsqueda de agua con una leve esperanza.

Pero un buen rato después, ya comenzaba a sentirse mal, mareada.
 
De vez en cuando una pequeña brisa fresca la envolvía, apartándole el aire caluroso y húmedo de la cara, pero no era suficiente. Hacía tiempo ya que se había terminado las setas que se propuso ingerir. Dejó en reserva un par de ellas, puesto que esperaba encontrar algo más de comer.

Finalmente, un ligero viento le trajo el sonido de un arrollo, no muy lejano. Precipitadamente, Shena cambió de rumbo, dirigiéndose allí.

Sin embargo, muy poco antes de llegar, oyó con facilidad un inconfundible suspiro de alivio humano.

-Agua, por fin.-susurró alguien desconocido para ella.

Maldijo, tendría que comenzar ella la matanza y estaba deseando lanzarse de cabeza al agua. 
Se desvaneció, fundiéndose con su entorno. Esto no lo podrían  juzgar por magia, puesto que es simplemente parte de ella, algo muy beneficioso, cierto.

Se ocultó de la vista del hombre tras uno de los troncos y lo miró. Era un hombre robusto, de anchos hombros y potentes músculos, algo extraño para un duende, los cuales suelen ser escuálidos y débiles. Alto y notablemente cansado.

Shena agarró con fuerza la lanza que hasta ahora tan sólo había usado de bastón, pero incapaz de matar a aquella persona.
 
Aún así debería hacerlo, si no, él podría matar a cualquiera de sus amigos: Kian, Natalia o Lyan, o incluso a ella misma.

Dispuesta a salir de las sombras, se quedó paralizada cuando se fijó en unos brillantes ojos que había tras los arbustos detrás del duende.

-¡Detrás de ti!-le advirtió finalmente, corriendo a cambiar de posición para que fuese lo que fuese, no la localizase por la voz.

Pero el hombre en vez de mirar tras de sí, se giró a mirarla, o más bien donde había estado antes, y perdió su oportunidad de defenderse.

Esa  enorme bestia se abalanzó sombre él sin que Shena pudiera evitarlo. Él ahogó una exclamación al sentir el peso y la furia del animal. Ella apartó la vista de allí en cuanto el pelaje marrón, que perfectamente podría camuflarse con los troncos, comenzó a teñirse de rojo y los gimoteos del hombre comenzaban a remitir. No medía más de metro y medio, y tenía unos grandes ojos verdes. Sus cuatro patas tenían unas afiladas garras, que en poco tiempo destrozó al pobre hombre.

Al tratar de alejarse de allí, pisó una rama y aquellos ojos verdes de fijaron con furia en ella. No se quedó quieta a esperarlo. Corrió por la orilla del río hacia su nacimiento, oyendo como el animal se acercaba cada vez más. Como cuando le persiguió el Linch y ahora no podrá ayudarle Azkar.

Un pequeño gruñido de furia salió de la propia Shena. Ésta bestia no le vencería.

Saltó con fuerza y posó sus pies en la otra orilla. El cambio de dirección pilló por sorpresa al animal y a Shena le dio tiempo para ponerse a la defensiva.

La bestia saltó con gracia a donde estaba ella y trató de saltarle encima después, pero Shena logró golpearle en el pecho con un lado de la lanza, lo que lo desvió, pero no logró herirlo, tan sólo dejarlo aturdido.

Tras un furioso rugido y un movimiento de cabeza, el animal se lanzó de nuevo. Pero esta vez agarró entre sus fauces su brazo derecho, casi por el codo.  Shena sabía que era capaz de arrancárselo por completo, pero se la bestia se detuvo. Soltó con suavidad su brazo y dio un suave lametón de disculpa.

Shena lo miró estupefacta. ¿Qué le había ocurrido? Hasta que se fijó dónde miraba el animal. Siguió su mirada a su propia muñeca, en la cual, estaba la marca de Azkar. Ahí lo comprendió todo.
 
Mientras la bestia se adentraba en las sombras, Shena agradeció a Azkar que la cuidara aún cuando no estaba con ella.
 
Ella cerró la boca con fuerza, mientras soportaba el dolor que sufría al vendarse el brazo con un trozo de tela que había arrancado de su túnica, y unas cuantas hojas curativas de las que antes había recogido. Aunque no le había roto el hueso, los colmillos habían llegado bastante hondo.

Suspiró al terminar la tortuosa acción y se acercó al río a saciar finalmente su sed.

Miró su pulsera cuando se sentó a la sombra de un árbol.

- Leane                                 - Shena
- Caeli                                  - Kian
- Aeris                                 - Lyan 
- Freya                                - Natalia
- Ekarian           

Ekarian. Lo recordaría. El pobre hombre no pudo hacer nada. Tampoco Shena podía arriesgarse a bajar al cuerpo y como mínimo echarlo al río para que no lo devoraran, eso la pondría en peligro de nuevo.

Ahora sólo quería descansar.

5 feb 2012

Cazadora Capítulo 17


Nota de la autora--> Aquí os dejo el comienzo de la segunda prueba. Estoy segura de que os agradará :)

Natalia aprendió con rapidez lo esencial a la hora de manejar el arco. Porque aunque aún no tenía la suficiente destreza, en cualquier caso, podría usar un arco.
Kian por otro lado enseñó a Lyan a defenderse con la espada y a lanzar dagas.
Gracias a Lyan, Shena aprendió algo más sobre plantas curativas y remedios contra distintas enfermedades.

Llegada la noche anterior a la prueba, todos estaban angustiados, a su manera, puesto que quizás no todos volverían con vida de esa prueba.
Natalia observaba  a Shena. Pensaba en cómo la había juzgado mal y en cambio Shena se portó muy bien con ella.
Lyan la miraba también, pero por otro motivo.
Ajena a todos estos pensamientos, Shena tan sólo miraba a Azkar que a sus pies se había quedado dormido. Se agachó a cogerlo y él soltó un pequeño maullido. Levantándose para irse a su cuarto paró un momento para dirigirles unas palabras.
-Que mañana las estrellas guíen vuestro camino.

***
Cuando Shena desapareció de su vista, Kian giró y miró con curiosidad a Natalia y Lyan.

-Me parece que acaba de darnos una bendición.- comentó finalmente Lyan.-Es sabido que la corte de la Noche eran muy cercanos a todo eso y  también los más poderosos. Se dice que muchos se mataban a sí mismos porque leían en las estrellas que harían daño a alguien cercano suyo, pero esto último son sólo leyendas.

Kian se quedó mirando a la oscuridad que reinaba en el exterior. Pensando en que no debe ser agradable descubrir lo que depara el futuro.

***
La noche pasó con rapidez y el amanecer se acercaba. Todos en silencio montaron y se encaminaron al Phyro.
Allí dejaron a sus monturas donde les dijeron y caminaron hasta la plaza.
El alcalde les hizo pasar al Ayuntamiento y poco a poco lo hicieron. Los condujeron a una gran sala, gustosamente decorada. Al final de esta, el noble Julián II les esperaba.
Cuando todos entraron y se quedaron en silencio, comenzó su discurso.

-Antes que nada, como ustedes sabrán, cuando se inscribieron observaron que en uno de los apartados nos excusaba de las muertes. Pues bien, la prueba a muerte es esta.-un murmullo recorrió la sala.- Dos a dos, los grupos os enfrentaréis. ¿Algún grupo desea retirarse?

Tras esto muchos de los participantes comenzaron a discutir unos con otros.
-¡No pienso arriesgarme a morir por un mísero premio!-gritó una mujer a su lado.

El grupo de Shena disimuló y discutió como si no lo hubieran sabido para evitar levantar sospechas. Pero a lo lejos Kian vislumbró a uno de los grupos, el cual se hallaba en completo silencio, a la espera.
Lo comentó y todos decidieron tener cuidado con ése grupo. Tenían mucha seguridad en sí mismos, ya se vería después en el terreno de juego.

El noble silenció y asintió sin sorpresa cuando un grupo anunció su retirada y salía con pesados pasos por la puerta. En el grupo se encontraba la mujer que antes había gritado, quien caminaba con furia contenida.

-Así bien quedáis cuatro grupos. Sólo dos vivirán para la siguiente. Debéis tener en cuenta que podréis retiraros en cuanto gustéis una vez haya comenzado la prueba.-hizo una breve pausa y al ver que nadie comentaba nada siguió.- No podréis llevar vuestras propias armas.- ante esto sí surgió un gran rugido de protesta de parte de la multitud pero los calló.- Encontraréis distintas armas y objetos en el campo de batalla. La prueba durará hasta que acabéis con el último contrincante del equipo enemigo.

-Debéis saber que os tele transportaremos a distintos lugares del terreno a cada uno del equipo y os reuniréis según os encontréis.-añadió el Alcalde ante un descuido del noble.

-Cierto, con esto la prueba será más desafiante para vosotros individualmente. Deberéis sobrevivir hasta reuniros con vuestro grupo. El terreno de batalla encierra también muchos peligros.- advirtió.- Si un miembro del equipo usa la magia mediante un conjuro o hechizo, esa persona será sacada de allí y descalificada del Torneo.

Shena miró a Lyan, quien se veía bastante intranquilo. Apoyó una de sus manos en el hombro de él y con su tacto él se relajó levemente.

-La gran ventaja que tenéis en esta batalla es que podréis mirar al enemigo a la cara. La magia es otra cosa, algo que cualquier de ustedes usaríais a espaldas del enemigo.-comentó el alcalde.

-La prueba comenzará en cinco minutos. Dejad las armas sobre aquella mesa.-terminó de decir el noble.

Algo en la mirada del noble advirtió a Shena de que un peligro había encerrado en el torneo. Pero no sabía el qué, así que no podría comentárselo a los demás.

-Tened mucho cuidado.-dijo Natalia al grupo en general, aunque Shena atisbó cómo ella le cogía la mano a Kian.
Con un suspiro se giró hacia el noble.

-Uno por uno entrad por esa puerta cuando se os indique.-ordenó el noble, señalando dicha puerta. Y entrando en ella.

Y así se hizo, uno por uno los participantes fueron llamados. A falta de sólo su grupo, Shena dirigió una mirada a cada uno les hizo entender que se enfadaría muchísimo si no vivían hasta que se reunieran de nuevo y viendo de reojo sus sonrisas, entró por la puerta la primera.

Un pequeño cuarto blanco y estéril se encontraba tras la puerta. En él se encontraba Julián. Le dio una extraña pulsera en la que según él, se les informaría de las muertes. Se trataba de un extraño metal oscuro. Lo miró con duda, pero lo dejó pasar y se la puso sin rechistar.

-Shena, nada de magia.-gruñó él.

Tardó en captarlo. Para esta prueba debería quitarse su conjuro de encima, exponiéndose a todos.

-No puedo hacer una excepción contigo sobre esto, todos saben que lo llevas, aunque ninguno sabemos qué eres.-comentó sin dejar de mirarla.

Con un furioso resoplido se deshizo del conjuro. Un silbido de sorpresa se escapó de los labios del noble, que la observaba con un interés que poco podía disimular.

-Colócate en aquél rectángulo dorado que hay sobre el suelo. Cuando estés en el campo de batalla no te muevas hasta que suene la campana. Trata de sobrevivir, Shena.

Ella caminó con pasos decididos y una vez situada correctamente se giró hacia Julián II. Quien se encontraba a medio metro de ella.

-Recuerda allí que las apariencias engañan.-comentó tras colocarle un mechón azulado en su sitio y presionar un pequeño interruptor a su espalda.

Shena se quedó mirándolo a los ojos mientras todo a su alrededor se difuminaba y finalmente quedó oscuro por un momento. Parpadeó una vez y al abrir los ojos se tapó los ojos por la luminosidad del sol sobre ella. A punto de dar un paso recordó que debía estarse quieta y a la espera observó a su alrededor.

Se encontraba en un pequeño prado realmente expuesta. El prado estaba rodeado de árboles muy frondosos. Sonrió. Éste era su elemento. Una pequeña corriente de aire giró a su alrededor. El aire también la ayudaría. Acogida por estos elementos, se sobresaltó ante un brusco sonido que debía ser la campana.

Echó a correr a cobijarse en las sombras donde pasaría desapercibida. A lo lejos oyó un grito.
Miró su pulsera. Observó como en ella aparecían nueve nombres.

- Leane                                 - Shena
- Caeli                                  - Kian
- Aeris                                 - Lyan 
- Freya                                - Natalia
- Ekarian                              

El otro equipo contaba con un miembro más que el suyo, lo que les daría cierta ventaja. Caminó observando la pulsera hasta que tropezó con algo que hizo un extraño ruido, de metal contra roca.

Se giró sin poder creérselo. Se trataba de una lanza simple, con la punta de metal, que se había golpeado contra una piedra. Hubiera preferido un arco, pero esto le serviría por si se encontraba con alguno de los otros.

Con la lanza en sus manos, caminó en busca de comida. No podría hablar con los árboles, puesto que eso sería lo equivalente a prender fuego pidiéndolo a tu elemento y sería hace trampas. Si lo árboles lo desean, se comunicarían con ella, no al revés.

A lo lejos oyó un feroz gruñido que hizo que Shena se estremeciera.