Dos días transcurrieron en los que Shena permaneció
encerrada en su habitación.
Kian había intentado entrar en varias ocasiones, pero el
extraño felino permanecía en el pasillo, frente a la puerta, bufando con mal
humor y amenazante a todo aquel que se acercara.
Refunfuñando, Kian se alejó a la cuarta vez que el felino le
bufó y amenazó enseñando sus garras.
Tarde o temprano ella saldría, se repetía una y otra vez. O
quizás el felino tuviera que descansar. Ahí sería cuando él hablaría con ella y
aclararía de una vez por todas lo que tanto la estaba separando del grupo.
***
El Hada de la
Noche, en cambio, huía de Kian y de su promesa de contarle
todo.
No, no podía contarle la verdad. No los expondría a tal
peligro.
La noche del primer día tras el combate, salió adolorida de
su cuarto, volando a través de la ventana. Dejó atrás a un malhumorado Azkar,
ya que él seguía incumpliendo la promesa de que permanecería a su lado todo el
tiempo, pero Shena se lo había pedido, rogándole, hasta que él tuvo que
aceptar, aunque no de buena gana.
“-Dos días, Shena.
Después me iré y te buscaré.”-le dijo él, gruñéndole y sin admitir un no
por respuesta.
Él la encontraría con suma facilidad a través del extraño
vínculo que entre ellos se había formado.
Shena había sacado a Faster en silencio de la cuadra, para
luego colocarle la silla de montar y las alforjas un poco más lejos.
Tras terminar de equiparle y revisar sus cascos, trotaron
adentrándose en el bosque.
¿Qué pasaría con el premio que tanto le había costado
conseguir? Pues ella estaba segura de que Kian se quedaría con la pieza del
Tesoro de Flynn que había en él, con lo cual, sus caminos volverían a
encontrarse cuando ella tenga que conseguir esa pieza y la otra que él ya tenía
de por sí.
***
A la noche del segundo día, Kian miró al pasillo,
obligándose a mirar una segunda vez para convencerse de que el felino no
estaba.
Con un mal presentimiento, él abrió la puerta, para tan sólo
encontrarse con una vacía habitación. Tan sólo había una nota sobre la cama.
“Aquí te dejo la llave que me entregaron en la primera
prueba. La de la segunda la tiene Natalia y tú posees la tercera, con las
cuales podréis abrir el cofre que contiene el premio del torneo.
Sé que te
encargarás de quedarte lo que ambos queríamos, así pues solo te diré que nos
volveremos a ver, Kian.
Hasta entonces,
cuidaros mucho.
Shena.”
« ¿Huyes de tú promesa, Shena?» Fue lo que pensó Kian tras
terminar de leer la carta. La arrugó en su mano, tratando de controlar su rabia.
Supo que ya sería una pérdida de tiempo intentar seguirla, hacía mucho tiempo
que se había ido. Y aunque estaba seguro de que el gato iría tras ella, sería
incluso más difícil seguirlo a él.
Suspiró con pesar. Cogió la llave y bajó a hablar con los
demás, echándole una última ojeada al lugar en el que Shena había estado
durmiendo estos días.
«Nos volveremos a ver, no lo dudes.»
***
Shena continuó avanzando. Habían pasado tres días desde que abandonó
el cálido lugar que casi se había vuelto su hogar. Añoraba la compañía de todos
ellos, la soledad que ahora sentía se multiplicaba con creces al estar tan solo
con el enérgico unicornio.
Azkar a esas alturas debería de haber emprendido su camino
hacia ella, pero tardaría un tiempo en alcanzarla. Hasta entonces estaría sola.
Sólo rogaba porque el Linch no hiciera su acto en escena
ahora. Realmente ella no sería capaz de enfrentarlo y derrotarlo, aún no. Y
Kian no estaba ahora para ayudarla. Ella estaba sola.
Sola.
***
-¡¿Qué?! ¿Se ha ido? ¿Sin despedirse?-gritó Natalia en
cuanto Kian les contó su descubrimiento.-¿Pero por qué? ¿Qué le pasa?
-No lo sabemos, si lo hubiésemos sabido la estaríamos
ayudando, no quedándonos aquí mientras ella está ahí afuera sola. ¡Sola con un
Linch tras ella!-gruñó Lyan con frustración.-Ni si quiera sabemos a dónde va,
tendríamos que ir tras ella.-insistió él de nuevo, ya iba a tercera vez que lo
decía, cosa que llamó la atención de Kian. ¿Por qué quería tanto ir tras ella?
Lo miró de reojo antes de contestarle.
- Si se ha ido sin despedirse es porque no quiere que
vayamos con ella, además, ella ha aprendido a cuidarse, Lyan. No es la misma
persona que me trajo hasta tu casa. Ahora puede utilizar su magia. Tú mismo lo
viste en el torneo. Aunque ni ella misma confía en sus habilidades.-murmuró
Kian.-La volveremos a ver, no lo dudéis ni perdáis la esperanza.
Natalia salió subió las escaleras y dio un portazo al
encerrarse en su cuarto.
Kian creía saber el porqué de su comportamiento: ella no
esperaba que su “amiga” desapareciera así de repente. Le había estado cogiendo
cariño y le hubiera gustado ir con ella. A él le pasaba igual.
No dejaba de preguntarse qué había provocado esa huída de
Shena. Y más aún el que estuviera herida, ya que a pesar de las medicinas que
le dieron al finalizar el torneo le ayudaron, tardaría unos días en
recuperarse.
Tan sólo esperaba que sobreviviera hasta el día en que se
vuelvan a ver.
***
Gimió al bajarse del dócil unicornio. Su hombro malherido aún
le dolía. Se sentó apoyada en un tronco, dejando libre al animal para que
pastara y descansara. Habían estado al galope casi una semana entera, apenas
parando para descansar y comer un poco. Tanto él como ella estaban exhaustos.
La ciudad Edëneud se encontraba apenas a una milla de donde
ella se encontraba. Edëneud es la capital del reino de los Duendes, de abundantes
castillos alrededor de ésta y una gran fortaleza en el centro de ella, la hacía
verse realmente impresionante.
Una gran cantidad de duendes, hadas y demás especies residían
en ella, habiendo así una gran variedad étnica.
Había parado antes de llegar para cambiarse su sucia ropa de
viaje por algo más cómo y fino, ya que la temperatura había aumentado varios
grados desde que se marchó de Phyro.
Se había topado por el camino con un par de duendes
desterrados, que son los que más salvajes son y los que atacan a los viajeros
para devorarlos, en muchos de los casos, aún estando vivos. Igual que el que se
encontró aquél día que conoció a Kian.
Kian.
Shena había pensado varias veces en él durante su viaje. Tratando
de espantar así la soledad que sentía, pero con ello no hacía sino hacerse más
notable. Esperaba que hubiera podido hacerse con la pieza del Tesoro de Flynn
sin ningún otro problema.
Bebió con avidez del río que habían logrado encontrar,
aprovechando también para limpiar las vendas que cubrían su herida. Debería de
haberlo hecho hacía tres días, pero no encontró agua y no podía permitirse el
derroche de la poca que en aquél momento le quedaba.
Esperó hasta que se secaron para colocárselas de nuevo.
Acarició la grupa de Faster con cariño antes de que con un
leve batir de sus halas se colocara sobre la silla de montar.
¿Qué pieza del tesoro se ocultaba en ésta ciudad? ¿Le sería
difícil hallarla?
No dejaba de cuestionarse tales preguntas todo el tiempo. Cuando
pudo avistar la muralla que rodeaba la ciudad, se puso la capucha de su capa,
aprovechando el esconder sus rasgos para poder volver a usar el un hechizo que cambió
sus llamativos rasgos de Hija de la Noche por los de un Hada común de los
Bosques. Ahora debería de pasar desapercibida, no quería acaparar la atención
de la gente, y menos en una ciudad tan grande.
En la puerta que permitía traspasar las murallas se hallaban
dos corpulentos duendes, que controlaban la larga fila de aldeanos y viajeros
que querían entrar.
-Vamos, daos prisa u os cerraremos las puertas. Todos sabéis
que al anochecer cerramos. ¡Id pagando para poder entrar de una vez!-gritó uno
de ellos.
Acercándose e iracunda ante tal desfachatez, Shena apenas
podía contenerse para contestarle al duende.
¿Pagar para entrar? ¡Habrase visto!
-Mamá, ¡han vuelto a subir el precio! Ahora son dos orlas de
bronce por persona.-sollozó un duende pequeño abrazado a su madre.
Acercándose al hombre, la mujer le rogó:
-Señor, tan sólo nos quedan tres orlas de bronce, que es lo
que ha estado costando hasta ahora, es todo lo que tenemos, por favor, déjenos
pasar.
El hombre se rió en su cara.-No mujer. Dos orlas por persona
o tendréis que pasar la noche a la intemperie.
Echando un vistazo a la cola de aldeanos que parecían estar
en la misma situación que la madre, Shena se acercó hasta ellos, oyendo que la
madre le pedía a su hijo que entrara sin ella.
-Yo pagaré lo que a ella y a los demás les falta.-Gruñó con
firmeza, no dispuesta a tal injusticia.
-¿Eso es lo que quieres, preciosa?-se acercó el duende hacia
ella.- ¿Y cómo piensas pagarlo? –se insinuó él.
Asqueada, Shena agarró de las alforjas lo que le quedaba de
dinero y le tiró el pequeño saquito al hombre a la cara.
-Con eso será más que suficiente, y lo que quede será para
los que mañana vengan y no tengan suficiente. Si me entero que no los dejas
pasar a pesar de que te he dado más que suficiente, volveré, soldado.-Lo amenazó,
dejando entrever su espada bajo la capa.
-En-entendido.-tartamudeó el hombre recogiendo del suelo el
trozo de tela que contenía el dinero.
Entrando por fin a la ciudad que tan mala primera impresión
que le había causado, pensó en dónde podría dormir ese día, ya que no le quedaba nada de dinero. Hacía
mucho que no se encontraba en esas condiciones. Suspiró con pesadez.
-¿Señorita?-oyó la voz de un pequeño.
Shena giró la cabeza hacia él. Era el rubio duendecillo que
estaba con su madre en la cola. La mujer estaba detrás de él. Su cabello rubio
le agradó y sus rasgos le resultaban levemente familiares.
-Muchas gracias por su ayuda. En verdad le agradezco todo
esto. ¿Tiene un lugar en el que pasar la noche? Estaríamos encantados de que se
quedara esta noche en nuestro humilde hogar.-dijo con una enorme calidez el
duende que ante ella estaba.
-En realidad no me queda el suficiente dinero... aceptaré,
si no es molestia, su oferta.-contestó con amabilidad Shena, agradecida con la
joven.
-¡Genial!-gritó el pequeño, muy contento.
Shena le sonrió. La mujer comenzó a guiarla y el Hada de la
Noche, viendo que el pequeño, que apenas podía tener más de 6 años, casi no podía
andar por el cansancio lo cogió y lo montó delante de ella, sobre Faster.
Él estaba eufórico por ello.
Y le contagiaba esa alegría a Shena.
Llegaron pronto, ya que su casa estaba bastante cerca de la
muralla, tal y como Shena esperaba. Cuanto más rico se es, se vive más cerca
del gran castillo que se sitúa en el centro de la ciudad.
Bajó con suavidad al pequeño al suelo, bajando ella después.
Ató al cansado unicornio en el lateral de la casa. Sabía que nadie se atrevería
a robar un unicornio, ya que son unos animales muy fieles y agresivos cuando lo
quieren.
Alegre, el vivaracho niño se acercó hasta su madre, quien
abrió la puerta de su casa, y luego él entró gritando:
-¡Hermano, traemos a una amiga!
La mujer, con una pequeña sonrisa de disculpa se giró hacia
el niño y le dijo:
-Leuren no se grita.-le regañó.
Shena entró siguiendo a la mujer de largo cabello rubio que
seguía regañando al pequeño para encontrase allí al supuesto hermano.
Uno que no esperaba que fuera esa persona.
Él la miraba igual de sorprendido.
-¿Shena? ¿Qué haces tú aquí?
******
Ya que fue mi cumpleaños el sábado, me puse las pilas para poder traeros por fín otro capítulo. No os esperábais la "huída de Shena" ¿a que no? e.e
Bueno desde aquí quiero dar las gracias por vuestros comentarios. Me alegra mucho, no sabéis cuánto, que os esté gustando mi historia :')
Sé que he sido un poquito cruel al dejaros justo ahí, pero quiero ver qué pensáis jaja :P
Un besito y trataré de publicar un poquito más pronto. <3